Que estos conceptos aparezcan juntos en una misma oración es un poco contradictorio, ¿no? Cuando hablamos de luna de miel nos imaginamos un escenario de felicidad, disfrute, pasar tiempo con la persona que amamos, etc. Pero si en una relación hay violencia nada de esto sucede, ¿o sí?

Quisiera en esta oportunidad compartirte lo que se llama “el ciclo de la violencia”. Es un modelo que fue desarrollado por la psicóloga Leonor Walker en la que menciona tres fases que se dan de manera cíclica en una relación en la que se ejerce violencia y las cuales varían en tiempo e intensidad, según como sea esta. A su vez permite entender por qué a veces cuesta tanto poder salir de ella.

Fases de una relación violenta

En primera instancia ocurre lo que se llama acumulación de tensión. Esta etapa se caracteriza por un clima de constante hostilidad y ansiedad. El hombre empieza a responder de manera agresiva a actitudes de la mujer. Hay roces constantes, distanciamiento emocional. 

A medida que progresa la etapa aumenta el maltrato psicológico.

Florencia Garrido, licenciada en Trabajo Social (UBA).

Muchas de nosotras podemos sentirnos identificadas con situaciones similares pero que si son trabajadas a tiempo podemos evitar que se genere el ciclo. Seamos realistas, los conflictos en nuestro grupo familiar existen y van a existir, pero recordemos que en un vínculo violento prevalece la desigualdad de poderes, el sometimiento, etc.

Luego nos encontramos con la segunda fase que es la “explosión” o “estallido”. Aquí, toda la tensión acumulada en la etapa previa hace erupción. Puede suceder a través de la rotura de objetos, insultos, golpes, incluso culminar en femicidio. 

La mujer puede atravesar esta de diferentes formas, someterse asumiendo en cierta forma la responsabilidad del comportamiento de su marido: “Yo lo hice enojar”, “No debería haber dicho eso”. Otra puede ser alejarse, permanecer callada, calmada hasta que pase la tormenta o hacer la denuncia, lo cual es la menos frecuente. Después veremos por qué.

Hace algunos meses tomé conocimiento del caso de una mujer que sufre violencia por parte de su esposo con el que está casada hace más de quince años. En un principio parecía que ella estaba muy segura de querer dejar a su marido y hacer la denuncia correspondiente. 

Transcurrido un tiempo, pregunté a personas cercanas a la mujer qué había sucedido, pero no hubo cambios. Ella sigue viviendo con él y nada de lo que estaba en los planes sucedió.  Uno de los motivos por los cuales puede haber sucedido esto es porque la pareja se encuentra en la tercera fase, denominada “arrepentimiento” o “luna de miel”. 

Esta se caracteriza por un período de calma en el cual el hombre se muestra cariñoso y arrepentido por lo sucedido. Desaparece la agresividad de la primera y segunda fase y pareciera reinar la armonía. Diversos autores señalan que aquel se siente verdaderamente arrepentido prometiendo no volver a agredir a la mujer y querer cambiar. 

En ese momento ella recupera la seguridad y tranquilidad de antes. Cree lo que dice su marido y se propone a ayudarlo a superar lo que le sucede. Normalmente se arrepiente de su deseo de denuncia dado que al notar cambios por parte de su pareja confía en que no volverá a ocurrir.

“Esta fase tres finaliza cuando el comportamiento cariñoso y la calma dan lugar otra vez a los incidentes pequeños. Se repite la fase uno de aumento de la tensión y un nuevo ciclo de comportamiento agresivo empieza” (Sabrina del Carmen Morabes: Ciclo de violencia en la asistencia psicológica a víctimas de violencia de género, 2014).

¿Se puede salir de este ciclo de violencia?

La respuesta es sí. Ahora el cómo no es tan simple. Primero hay que entender que para salir del ciclo, mi querida mujer, hay que salir de esa relación. Y aquí es donde se pone difícil. Ojalá fueran pasos como los de una receta que uno los sigue y ya está: la mujer es libre, empoderada, sin miedo. 

Debemos comprender que es un proceso en donde hay muchos factores que se ponen en juego (psicológicos, económicos, sociales, culturales) que lo hace mucho más difícil que la simple teoría.

Florencia Garrido, licenciada en Trabajo Social (UBA).

El irse de la casa, la denuncia y otros tipos de acciones, requieren de valor, fortaleza, recursos, elementos que las mujeres que atraviesan violencia han perdido por la constante descalificación, inhibición de sus capacidades y anulación de su persona.  

Para poder pensar en una “salida” que sea eficaz y pueda sostenerse en el tiempo, se requiere del complemento tanto de factores internos (reconocerse víctima, resignificar la percepción de la violencia, poder recuperar la identidad) así como externos (red de apoyo, instituciones/organismos presentes, intervención de profesionales, etc.).

Amada, si te sientes identificada con lo que acabo de describir quiero animarte a que te aferres a la promesa de Dios de que a todo podemos hacerle frente porque Él nos fortalece (Filipenses 4:13). El enemigo nos quiere derrotadas, nos quiere hacer creer que no hay solución y que nos “merecemos” vivir así. 

Dios es un Dios de libertad y Él es el primer interesado en que puedas ser libre de esta relación que te ata, te somete, te esclaviza.

Florencia Garrido, licenciada en Trabajo Social (UBA).

Así que no dudes en correr a Él, sus brazos están abiertos para ti, para levantarte y abrazarte como el buen Padre que es. Tampoco dudes ni tengas vergüenza en pedir ayuda, te sorprenderías de saber cuántas mujeres atraviesan situaciones similares. Hay personas, instituciones, profesionales dispuestos a brindar apoyo. ¡No estás sola!

Licenciada en Trabajo Social (UBA). Se desarrolló profesionalmente en el campo de la salud. Integró equipos en diversos hospitales, en el Htal de Niños Garrahan y el Htal de Niños Pedro de Elizalde. Actualmente trabaja en el Servicio Social del Hospital de Rehabilitación M. Rocca. Aborda problemáticas vinculadas al maltrato infantil y violencia familiar.