Los niños nos observan y copian constantemente nuestras conductas, ¿qué les están enseñando tus acciones? “Y el verbo se hizo carne…” Juan 1:14

La palabra de Dios se volvió carne y habitó entre nosotros. No es que la palabra de Dios no era suficiente, pero Dios en su infinita sabiduría decidió crear todas las cosas para operar en una sinergia perfecta con lo dicho y la acción. Dios, nuestro Padre, no permaneció en su trono gritando “te amo” desde lejos sino el creador se vistió de lo creado y vivió una vida de servicio, sacrificio y amor. 

Con nuestros propios hijos tenemos siempre mucha presión de decir las cosas correctas, ya que nuestras palabras tienen mucho poder. Con buenas intenciones tratamos de aprovechar cada situación para enseñar, dando consejos y orientación para guiarlos en amor y sabiduría. Pero hay momentos en los que nuestras acciones tienen mucho más eco que cualquier sermón, frase o consejo. 

El cerebro de los seres humanos termina de crecer a los 25 años, por lo que toda nuestra infancia y adolescencia se trata de aprender a escuchar y entender. Sabiendo que nuestros hijos no comprenderán y mucho menos recordarán todo lo que decimos, ¿cuánto de lo que decimos a nuestros hijos crees que realmente tiene un impacto?

Muchas veces llegamos a la etapa de crianza con discursos elaborados con puntos importantes, pero ¿nuestro mensaje realmente llega a los oídos y corazones de nuestros hijos? 

Seguramente ellos nos escuchan y muchas cosas que decimos quedarán grabadas (para su bien o mal) en sus mentes y corazones, pero quizá lo más importante que llevarán de nosotros es la relación que tenemos con ellos. Esta relación indudablemente se fortalece en conversaciones profundas, pero también en los momentos de juego, el abrazo en medio de la tristeza, tu presencia en los momentos más cotidianos y fidelidad en hacer cosas pequeñas para demostrar el amor. 

Una de las funciones más importantes que tendremos como papás es la de influenciar a nuestros hijos y es un hecho que a medida que vayan creciendo, perderemos más del control directo sobre su conducta y actitudes y ellos tomarán más de sus propias decisiones. En estas decisiones, cuando tú no estás, ¿pesará más lo que dijiste o la forma que viviste frente a ellos?

La influencia duradera que tendrás no será algo obligado o forzado sino una dinámica sutil, fundamentada en la conexión. Es en esta conexión; no podemos confiar demasiado en la eficacia de nuestros discursos sino en la sencillez constante de nuestras interacciones. Muchas veces, un contacto físico comunica más que un sermón y un acto de servicio comunica mucho más que un “te amo”.

“La enseñanza es una parte de lo que haces como padre, pero no lo es todo”.

David McCormick

Tu función como padre no se reduce a solo enseñar, de la misma forma que no lo fue para Jesús. Tus palabras son muy importantes y debemos amar a Dios y a los demás con nuestras palabras. Pero si estas palabras no son acompañadas de acciones concretas que las respaldan, nuestro discurso puede hacer más daño que bien. 

De las cosas que más impactan de la vida de Jesús fue la congruencia en la forma que vivió. Sus palabras se alineaban perfectamente con sus actitudes y acciones. Nuestros hijos nos llegarán a conocer mejor que nadie, pero ¿podrán dar fe de esta congruencia en nuestras propias vidas? La meta para nosotros como papás es ser congruentes en nuestro actuar y hablar siendo ejemplo de personas que hablan la verdad, pero que también la viven. Junto a la conexión que tendremos con ellos, este ejemplo de congruencia tendrá una influencia que dejará un impacto real.

Aunque nuestras palabras tienen un impacto importante en la formación de nuestros hijos, será el conjunto de acciones y palabras lo que realmente formará el legado que deseamos dejar. Además, si queremos que nuestros hijos tengan una relación con Dios, con nosotros o con cualquier otra persona que no solamente sea de palabra, tenemos una ventana única para enseñar con nuestro ejemplo, manifestando el amor con nuestra forma de vivir.

«Nuestros hijos necesitan que nos comuniquemos con firmeza, con cariño, estableciendo límites y demostrándoles amor, pero esta conducta también deberá poder verse en nuestro diario vivir». 

David McCormick

Si sientes que no tienes todas las palabras correctas, recuerda que la misma palabra de Dios nos enseña a ser lentos para hablar y prontos para escuchar. No subestimemos la forma en que Dios usa nuestras bocas, pero también nuestras manos y pies. Con la ayuda de Dios, nuestro ejemplo hablará con el mismo volumen que las palabras que decimos.  

Es el director ejecutivo de la Alianza Cristiana para los Huérfanos y padre de cuatro hijos. Es psicólogo y se ha especializado en el apego, estilos de crianza, trauma y liderazgo parental. David ha dedicado su vida a la niñez y adolescencia en estado de vulnerabilidad, trabajando para que cada uno de ellos pueda contar con una familia permanente y amorosa.