Hoy lo disruptivo es tendencia, y también es un concepto muy ligado a nosotras como mujeres de fe. Por definición implica básicamente un cambio rotundo, un quiebre que abre paso a una transformación profunda al romper con lo establecido, en la mayoría de los casos, con el objetivo de generar expansión, avance y mejora.

Se habla de talentos disruptivos, en cuanto a personas que son visionarias, que proponen ideas novedosas, diferentes, creativas y revolucionarias. En el ámbito empresarial se plantean modelos de negocios disruptivos que ofrecen productos o servicios no convencionales con un valor agregado diferente a lo habitual. También se implementan tecnologías disruptivas, que cambian la manera de comunicarnos e incluso de relacionarnos. Hay sectores en los cuales se va abriendo paso a una educación disruptiva con el objetivo de incorporar nuevas alternativas de aprendizaje, dejando atrás lo tradicional y articulando la enseñanza en el contexto actual.  

«Lo disruptivo desafía lo convencional, transforma y crea nuevas realidades en diferentes ámbitos, provoca cambios no solo de forma, sino de fondo. Como mujeres de fe ¿no somos llamadas a eso mismo?»

Mayra Djimondian, pastora y coach ontológico

Descubrir esta característica en mujeres de la Biblia que fueron disruptivas en su fe y decisiones me inspira y desafía:

  • Ester, capaz de romper todos los protocolos y arriesgar su propia vida para librar a su nación de una masacre.
  • Débora, con valor para asumir un liderazgo fuerte cuando todos habían abandonado, y levantarse no solo como madre espiritual sino como ejemplo de lucha. Desafiada a juzgar y gobernar un pueblo rebelde y temeroso, en un contexto de opresión y oscuridad.
  • La mujer pecadora que derramó el perfume, lloró a los pies del Señor y los secó con sus cabellos. Contra todo lo establecido, buscó a Jesús en la casa del fariseo, entró sin pedir permiso, se arrojó arrepentida a sus pies, superó todo obstáculo y excusa y fue perdonada.
  • La mujer que tocó el manto, cuya condición de enfermedad hacía que en su cultura fuera considerada impura (todo lo que tocaba “quedaba contaminado”). No debería haberse acercado, pero sin dudar desató una fe disruptiva repitiendo en su interior con convicción: “si tan solo toco el borde de su manto quedaré sana”.

Ellas y tantas más desarrollaron una mentalidad “fuera de la caja”, una forma de ser y hacer que desafió el sistema. El Espíritu Santo las llenó de coraje para llevar adelante acciones no convencionales y revolucionarias en su contexto. Mujeres proactivas para liderar cambios y pagar el precio de implementarlos. Se movieron con determinación, se mantuvieron firmes en la fe y a pesar de las dificultades, crisis, oposición y circunstancias adversas, no se amoldaron ni se hundieron en el mar de incertidumbre del entorno. 

Con una mentalidad disruptiva, se animaron a superar los obstáculos que tantas veces nos frenan como mujeres a la hora de ponernos en marcha: el autoboicot, la vergüenza, el peso de la mirada de los demás, el temor, el perfeccionismo, la inseguridad, entre otros.

Movernos en esa dimensión requiere tomar decisiones y ejecutar acciones que serán disruptivas primeramente “hacia adentro”: desafiar nuestros propios pensamientos y elegir alinearnos a lo que Dios declara y dice de nosotras. Comprender que fuimos creadas con un propósito mayor al que muchas veces imaginamos. Derribar fortalezas y argumentos limitantes.

«Hacer espacio para que el Espíritu Santo nos dirija a una fe renovada en la que somos protagonistas, corremos riesgos, ejercitamos los sentidos espirituales y salimos de la zona de confort».   

Mayra Djimondian, pastora y coach ontológico

En la vida cotidiana lo iremos plasmando en la medida en que nos desafiemos desde el pensamiento, la palabra y la acción a influir, proponiendo soluciones donde otros ven imposibilidades, generando oportunidades donde los demás hablan de crisis, siendo visionarias donde el entorno está nublado por la negatividad.

Para enfrentar victoriosas este sistema, que los especialistas definen actualmente como un mundo “volátil, incierto, complejo y ambiguo” (mundo VICA) es preciso abrazar una actitud y fe disruptiva que no se trata únicamente de “enfrentar lo que viene”, sino de anticiparnos, proponer, crear tendencias, ofrecer soluciones. ¡Tenemos las herramientas para hacerlo!

  • El Evangelio es disruptivo: cuando te encontrás con Jesús todo es transformado. Tu vida experimenta un cambio rotundo, sos trasladada del reino de las tinieblas al reino de su luz admirable y ¡todas las cosas son hechas nuevas!
  • La cruz de Cristo es disruptiva, marca un antes y un después en la historia y en las vidas.
  • La Biblia es disruptiva: si te aproximás a ella con fe y expectativa de que Dios te va a hablar ¡lo hará! Y vas a recibir una impartición poderosa del Espíritu Santo porque es una palabra viva.
  • El amor de Dios es disruptivo, no solo transforma tu corazón súbita y profundamente, sino que te abraza, te sana, te perdona, te afirma, te envuelve, te impulsa, te sostiene.
  • La obra del Espíritu Santo es disruptiva, crea nuevas realidades, convierte corazones, trae avivamiento.

Todo lo que envuelve al reino de Dios está ligado de alguna manera a este concepto porque irrumpe transformando, nos llena de fe para llamar las cosas que no son como si fuesen, nos inspira a desarrollar una mirada que va más allá de lo que está frente a nosotras, a no conformarnos ni estancarnos, a multiplicarnos y expandirnos siendo bendición aun cuando la realidad parezca contraria.

¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados. Isaias 43.19

Licenciada en Orientación Familiar, Coach Ontológico y escritora. Mediante sus libros, conferencias y talleres, capacita, potencia y activa a mujeres y familias desde un abordaje integral para desarrollar ser su mejor versión y vivir en plenitud. Es mamá de tres hijos y, junto a su esposo, pastorea la iglesia Tierra de Avivamiento, CABA.