La tristeza es una de las emociones básicas que todos los seres humanos experimentamos. Solemos sentirnos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres. Por eso, se considera a la tristeza el sentimiento opuesto a la alegría.

Jesús, como cualquier ser humano, sintió tristeza. Pero, a diferencia de nosotros, Él respondió a la tristeza de maneras que nos enseñan a cómo deberíamos actuar conectados al corazón del Padre. Cada vez que experimentó esta emoción, se vio movilizado para hacer la voluntad de Dios sobre la tierra. Veamos tres escenas de la vida de Jesús que muestran su interacción con la misma:

Tristeza por compasión: Jesús y Lázaro (Juan 11:32-38)

Jesús sintió tristeza porque veía a las personas y miraba sus carencias espirituales, emocionales y físicas. Jesús nunca fue ajeno a la necesidad de las personas cada vez que las observaba. Más bien, sentía compasión. La compasión es el sentimiento que nos lleva a compenetrarnos en el dolor del otro, para buscar darle alivio. Por un momento, sentimos el sufrimiento de una persona, pero la tristeza que esto provoca no nos deja en el dolor, sino que nos moviliza a la acción.

Jesús mismo es la evidencia de la compasión del Padre por la humanidad. Porque de tal manera nos amó, que estuvo dispuesto a dar a su Hijo, como dice Juan 3:16. Y si Dios se compadece de nosotros, ¿cómo no lo haremos nosotros por los que sufren? Los evangelios cuentan que Jesús sentía compasión por las multitudes al verlas como ovejas sin pastor, agobiadas, perdidas y desamparadas (Mateo 9:36). Eso mismo lo movilizaba a presentarles el Reino y darles luz espiritual.

El concepto de compasión en el original tiene que ver con una tristeza que nos moviliza para hacer algo por los demás. El que sigue a Jesús se alegra con las victorias del otro, pero también llora con los que la pasan mal. No podemos ser indistintos al sufrimiento. Su dolor lo deberíamos sentir como si fuera nuestro, para que esa tristeza nos movilice a ver una transformación.

Esto mismo llevó a Jesús a llorar al ver la situación de Lázaro. No lloró por la muerte de su amigo, eso solo lo supusieron los judíos. El lloró al ver el dolor de la gente. Pero esa misma tristeza fue la fuerza que lo llevó a pegar un grito de resurrección.

David Decena

Ver a Jesús nos debería llevara a crecer en la capacidad de compadecernos del sufrimiento de los demás, y no solo pensar en nuestros propios pesares. Es más normal buscar que otros se compadezcan de nosotros, o sentirnos tristes a causa de algo personal que no fue logrado, que ponernos tristes por los demás. Que nuestra tristeza siempre sea un movilizador para que el Espíritu de resurrección obre en la vida de aquellos que así lo necesitan.

Tristeza por la dureza: Jesús y Jerusalén (Lucas 19:41-44)

El motivo detrás de esta tristeza es doble. Primero, puedo decir que Jesús se entristeció por el destino de un territorio. Este hecho muestra que necesitamos tener carga por la ciudad en la que estamos plantados, porque somos responsables de su salvación. Luego de leer la Biblia uno encuentra que las ciudades tienen propósito tanto como las personas.

“No nos puede dar lo mismo estar plantados en un lugar y no tener carga en nuestro corazón por ese lugar”.

David Decena

Pero, en segundo lugar, su tristeza nació por ver tanta dureza en el corazón de gente a la cual fue enviado. Sobre ciudades como Jerusalén, Corazín y Betsaida, Jesús se lamentó porque no tenían un corazón abierto a la obra que el Espíritu estaba haciendo a través de Él. En otras palabras, no reconocieron cuando Dios los visitó.

La tristeza que provocaba en Jesús la dureza de corazón aparece ejemplificada en Marcos 3:4-5, cuando sanó al hombre de la mano paralizada. Dureza de corazón es otra forma de referirse a quienes rechazan o resisten a la voluntad Dios. A su vez, es otra forma de llamar a quienes tienen incredulidad o rebeldía. Por eso, pocas cosas entristecen tanto a Dios como aquellos que levantan barreras contra su verdad.

Pero, ¿cuál fue la respuesta de Jesús a la dureza de Jerusalén? Advertir proféticamente lo que sucedería a causa de su actitud. Esto significa no dejar de hablar la verdad a pesar de que no lo quisieran escuchar. Jesús quería mostrarles las consecuencias de no haber abrazado la salvación.

En otras palabras, la tristeza no hizo que Jesús dejara de hablar la voluntad de Dios. Sin importar cómo nos afecte la actitud de otras personas, la voluntad de Dios es el norte de nuestra vida, por lo que siempre debe ser proclamada. Aún en el segundo ejemplo, la tristeza de Jesús por la dureza lo llevó a hacer la voluntad de Dios. Por eso mismo sanó al hombre de la mano paralizada. Sin importar lo que sintamos por la actitud de los demás, que nada nos haga dejar de proclamar y hacer la voluntad del Padre.

Tristeza por obediencia: Jesús y Getsemaní (Mateo 26:36-45)

La tristeza que Jesús manifestó al final de su vida tuvo que ver con la agonía física, emocional y espiritual que le esperaba. En todos los frentes, su muerte fue terrible. Puedo decir que su tristeza era a causa de lo que implicaba obedecer al Padre. Dar su vida representaba la prueba más grande que escondía su propósito. Para esto mismo había venido a la tierra, y ahora estaba frente a ese desafío.

La oración de Jesús da la impresión de que buscaba la posibilidad de otra opción que llevara al mismo resultado. Pero a su vez, su clamor muestra que estaba dispuesto a beber de esa copa de dolor si esa era la voluntad del Padre.

Cumplir nuestro propósito, haciendo la voluntad de Dios, implicará siempre un desafío complejo de digerir, pero que nos llevará a ver su gloria. Ese desafío puede significar sufrimiento. Nadie nos dijo que seguir a Jesús sería sencillo. La voluntad de Dios nos expone a decisiones que nos sacan de la zona de comodidad y nos empujan a sacar nuestro potencial. Aun así, ¡hay que atreverse a decirle que sí a Dios en todo! Ese es el desafío que tiene todo hijo de Dios.

«la respuesta de Jesús a su tristeza fue volcarse a la oración. Orar es la clave para canalizar la tristeza que provoca un desafío de obediencia».

David Decena

Sin importar la dureza de la prueba, necesitamos encontrar en nuestra relación con el Padre el refugio para cada desafío. Respecto a la tristeza y la oración contenidas en esta escena, Hebreos 5:7 y 8 (NTV) dice que Jesús ofreció oraciones “al que podía rescatarlo de la muerte” y fue escuchado. Para el escritor de Hebreos la tristeza y el sufrimiento de Jesús, canalizado en oración, fue fundamental para el cumplimiento de su propósito.

Recordemos que siempre valdrá la pena un tiempo de tristeza a causa de obedecer algo que no entendemos en plenitud, que hacer nuestra propia voluntad. Hacer la voluntad de Dios siempre será nuestra mejor decisión.

Pastor junto a su esposa, Abigail, del Centro Familiar Cristiano de Eldorado (Mnes. Argentina). Realiza una maestría en orígenes del cristianismo en España. Es Director y co-fundador de EDES (Escuela de Entrenamiento Sobrenatural). Junto a Abigail, pastorea los ministerios creativos de su casa, trabajando en la expansión territorial de la iglesia en otras ciudades.