“Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo”, Hebreos 4:3.

Podemos definir una realidad eterna como aquella que no está sujeta al tiempo y al espacio. Cuando decimos que algo es eterno no nos referimos a algo “duradero”, como si el tiempo continuara sin fin, sino más bien a algo que no está sujeto a la temporalidad a la que el hombre y la creación están sujetos. A eso se refiere el escritor a los hebreos cuando habla del “reposo de Dios”. Podemos decir que Dios reposó al séptimo día, aunque sus obras estaban acabadas desde la fundación del mundo. 

Quienes recibimos la vida eterna recibimos con ella la capacidad de participar en los asuntos eternos. Tener vida eterna abre una nueva y grandiosa oportunidad: que nuestras acciones temporales, lo que manifestamos con nuestra alma y cuerpo, participen de aquella extraordinaria eternidad.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”, Efesios 2:8-10.

Una vez más vemos este principio expresado: somos salvos por gracia y no por obras. Somos hechura suya: esa es nuestra realidad eterna. Fuimos creados en Cristo Jesús: eso es eterno. Fuimos creados para buenas obras: esa es nuestra propuesta temporal. Somos seres eternos con un cuerpo temporal. Nuestra alma es el lugar donde podemos participar de esa eternidad y eso es parte de la buena noticia del Evangelio. Tomado del libro: En Cristo, en Su Gracia.

La Verdad de Dios en dos dimensiones

A lo largo de todas las escrituras y las cartas apostólicas podemos observar dos dimensiones de la Verdad de Dios. Podemos decir que una es vertical: aquella realidad eterna y consumada de la verdad y la realidad de Dios. Luego podemos ver la dimensión horizontal: la de los hombres, la del tiempo, la dimensión en la cual la eternidad de Dios se dispensa en el tiempo. 

Por ejemplo, vemos en las Escrituras el Pacto Eterno de Dios en Cristo y la Iglesia, como el que leemos en Isaías 54-55. Pero también vemos todos los pactos que Dios fue estableciendo con el hombre, dispensando en cada uno de ellos un aspecto del Pacto Eterno. Vemos cómo Dios hizo pacto con Adán, Noé, Abraham, Moisés y el pueblo, etc. 

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La Verdad de Dios en dos dimensiones

Cuando logramos ver estas dos dimensiones en las Escrituras, podemos alcanzar un mayor entendimiento de nuestra posición y la manera de gestionar aquello que nos fue otorgado por Dios. 

  • • Lo otorgado por Dios es vertical. Las cartas apostólicas destilan constantemente expresiones de aquello que ya nos fue otorgado en Cristo. 
  • • Nuestra gestión es horizontal. Lo otorgado por Dios no nos deja inactivos, sino que nos es encomendada una gestión en el tiempo. Acciones, decisiones, palabras, pensamientos, reacciones, vínculos, proyectos, son todos horizontales. 
  • • La obra consumada de Cristo en la cruz es vertical. 
  • • Nuestras vidas están siendo perfeccionadas y nos despojamos del viejo hombre que es horizontal. 
  • • La iglesia es una realidad vertical. Aquella iglesia perfecta. 
  • • Las iglesias horizontales son aquellas en vía de perfección, en forma de iglesias locales. 
  • • Hemos sido justificados por la muerte de Jesucristo en la cruz. Esa es una realidad vertical. 
  • • Luego debemos despojarnos de nuestra justicia personal para ser hallados en Cristo. Eso es horizontal. (Filipenses 3:9).
  • • Verdad vertical: somos parte de la iglesia y miembros del Cuerpo de Cristo. La iglesia ES el Cuerpo de Cristo. 
  • • Manifestación horizontal: debemos alcanzar la madurez necesaria para funcionar en la iglesia de manera efectiva y vital. Debemos ser ministrados hasta alcanzar la estatura del varón perfecto. (Efesios 4:13) 
  • • En la realidad vertical Dios es uno. 
  • • En la expresión horizontal vemos a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
  • • De forma vertical, somos hijos de Dios y somos uno en el Hijo. 
  • • En lo horizontal somos siervos del Señor. 
  • • Fuimos aceptados por Dios, y esa es una realidad eterna y vertical. 
  • • Caminamos en nuestras vidas en la transformación por el Espíritu Santo y procuramos ser aprobados en nuestra obra. Eso es horizontal. 

Entenderlo nos permitirá vernos completamente aceptados por Dios, para que nuestra gestión diaria ya no sea una búsqueda por ser aceptados por Dios, sino la expresión y manifestación de la posición que nos fue otorgada en Cristo.

Diferencia entre morir y separar

Aceptar la salvación de Dios es aceptar morir en los términos en que la Biblia lo enseña. Morir no es dejar de existir sino «separar» sin volver a lo mismo. Las personas conforme vamos creciendo en el Señor vamos muriendo. Algunas personas cuando oyen la palabra «morir» la conectan culturalmente con la extinción. Por ejemplo, si alguien muere ya no volveremos a verlo. El sentido que le dan las Escrituras al término morir es el de separar, es decir: no volver a lo mismo.

Las personas morimos a medida que experimentamos la separación. La palabra morir significa separar, apartar, dividir y nunca más volver a vivir donde estábamos. Esto sucede por una cuestión mucho más profunda que una decisión, es una muerte, es un ciclo de vida que termina. Es fundamental entender de qué se trata la vida. Una vez que cada uno de nosotros nace, emprende su carrera hacia la muerte.

Cuando nacemos somos parte de una noticia: nacemos para morir. Algunos demorarán 90, 100 o 200 años, pero, en realidad, la vida es un camino, es un ciclo que va a terminar. En el evangelio nosotros podemos administrar ese ciclo; esa es la gracia de Dios. Nosotros podemos colaborar con la muerte que Dios quiere producir, para que algo viva más efectivamente en la tierra. El evangelio es efectivo en la medida que morimos a lo que tenemos que morir, para vivir a lo que tenemos que vivir.

El viejo hombre y el nuevo hombre

 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”, Efesios 4:22-24.

La salvación del alma se produce cuando, por causa de la vida espiritual y el nuevo nacimiento, el viejo hombre debe ser quitado. La salvación del Espíritu pone en evidencia al viejo hombre. ¿Qué es el “viejo hombre”? Una estructura humana y natural construida por el mundo, el hombre y las tinieblas, que nada contienen de la Verdad que es en Cristo. 

Viejo hombre es: 

  • • Experiencias 
  • • Cultura 
  • • Historia
  • • Carácter
  • • Temperamento 
  • • Memoria
  • • Maneras de vivir
  • • Maneras de pensar. Paradigmas 
  • • Relaciones personales 
  • • Agenda. Sueños. Proyectos. 
  • • Pecados pasados. Debilidades. Iniquidad. 
  • • Aciertos. Logros personales. Victorias obtenidas por fuerzas personales. 
  • • Bondad y amor humano. 

“Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. Romanos 6:5-6.

El nuevo hombre es: Cristo

 “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”, Colosenses 3:9-11.

No hay mayor mentira en la tierra que un hijo de Dios expresando al viejo hombre.

Cuando expresamos al viejo hombre, habiendo recibido la salvación que es en Cristo Jesús, entonces, expresamos una mentira. La inmadurez y la ignorancia son en esencia una mentira, porque no somos aquello. Lo que somos es la vida del nuevo hombre. Somos lo que hay de Cristo en nosotros. 

“Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”, Hebreos 11:39-40.

La fe ha actuado en nosotros para producir lo que antes nunca pudo producir. Para los antiguos la fe llegó a darles un buen testimonio. Para nosotros la fe actuó para otorgarnos la perfección por la vida espiritual. Cristo en nosotros es esa perfección. Aunque no vemos esa perfección, esperamos verla y tenemos certeza de que está en nosotros. Tenemos certeza de lo que esperamos y convicción de lo que no vemos: somos perfectos en Cristo y buscamos por la fe que Su naturaleza se exprese en nosotros. 

“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, Hebreos 10:35 – 11:1.

Así cierra esta colección de artículos del pastor Abel Ballistreri sobre la salvación del alma, te invitamos a leer todos los textos que componen esta serie de gran bendición:

PARTE 1

PARTE 2

PARTE 3

PARTE 4

PARTE 5