El cerebro humano es susceptible de llenarse de pensamientos, juicios, planes e intenciones que se van forjando en la intimidad y ciertamente se manifiestan en lo externo. Nuestra mente recibe un estímulo, lo procesa por dentro y lo exterioriza en sus palabras y actos concretos. 

El creyente no está exento de esta cuestión: como profesantes de una fe en Cristo Jesús, somos exhortados a recibir de lo bueno si pretendemos vivir una vida santa, agradable a Dios. Como cristianos, nos “nutrimos con las palabras de la fe y de la buena doctrina” y “nos ocupamos en la lectura, en la exhortación, y en la enseñanza”, en miras de persistir en el camino de la salvación; es decir, con el propósito de vivir una vida acorde a la voluntad del Señor (1 Timoteo 4:6-16).

La pregunta que surge a raíz de esta premisa es la siguiente: ¿Con qué estamos alimentando nuestra mente? Y más aún, ¿Qué evidencias tenemos de una fe saludable a partir de nuestros pensamientos?

Según el teólogo puritano John Owen, la primera evidencia de una fe sana es una “mente del Espíritu”. En los términos propuestos por Owen, nuestros pensamientos y las inclinaciones de nuestros afectos son consecuencia de un estado espiritual, un marco de fe, un brote de aguas nacidas de una fuente viva, o una fuente muerta. 

Quiere decir que nuestros pensamientos y afectos diarios nos permitirán tener un diagnóstico acertado acerca de qué tipo de fuente hay en nuestro interior: si se trata de un corazón transformado y regenerado por el Espíritu Santo, o un manantial de aguas muertas que se traduce en una “mente carnal”, inclinada y dirigida constantemente a lo terrenal, mundano y pecaminoso.

Entendemos, entonces, que existen dos estados, dos marcos espirituales bajo los cuales se rige toda persona en este mundo; se trata de ser una persona de “mente espiritual”, o una persona de “mente carnal” (Romanos 8:6). El deber máximo como seres finitos y prestos a una eternidad bendita o calamitosa es el de saber quiénes somos, y para saberlo correctamente, es sumamente importante revisar el flujo de nuestros pensamientos nacidos de una mente transformada, o de una mente carnal.

Y es que muchos —afirma Owen— caen en el autoengaño de creer que son profesantes del evangelio e incluso estar salvos, cuando en realidad Cristo y su gloria no son ni su deleite, gozo o alegría; todo lo que estos tienen son pensamientos espirituales esporádicos que pronto desaparecen con el correr del tiempo. Para ellos, el cielo es una simple imaginación de sus mentes; la ruina es segura, la condena firme está sentenciada en sus almas.

Para los que evidencian en sus pensamientos un renacer bajo la obra del Espíritu, su bendición es grande, así como también su responsabilidad de persistir en tal estado bendito. Esto es, para quienes viven con la “mente del espíritu”, se exhorta a que se tomen seriamente las palabras del apóstol Pablo: “Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2). 

La razón es la siguiente: la mente divagará y se distraerá en los quehaceres diarios de este mundo; aun las responsabilidades más loables, lícitas y encomiables, tales como cuidar de la familia, trabajar duramente y vivir diligentemente, se podrán convertir potencialmente en un motivo de distracción en nuestro diario deber de contemplar a Aquel que se ha convertido en el tesoro escondido y hallado (Mateo 13:44). 

Ciertamente, la gloria de Dios en Cristo Jesús es no solo nuestro deber máximo, sino el mayor anhelo que puede tener el creyente jamás; quien es de “mente espiritual” conoce esta verdad, y fija su mirada hacia Aquel que le es “más dulce que la miel” (Salmo 119:103) y “el más hermoso de los hijos de los hombres” (Salmo 45:2).

John Owen (1616-1683) es uno de los máximos exponentes del puritanismo inglés que ha marcado a fuego la fe evangélica. No solo por su pluma excelsa, sino por su íntima relación personal con el Señor que le ha permitido transmitir principios y verdades bíblicas de la fe cristiana con una profundidad jamás vista. Entre tantos tratados escritos, se considera “La Mentalidad del Espíritu” como una de sus obras magnas, hoy traducido por primera vez al habla hispana por el Dr. Arturo Kim, actual profesor de la facultad. El deseo de todo el cuerpo docente de FTIBA es que este libro sea de gran bendición para la iglesia latina, transformando vidas conforme a la imagen de nuestro Señor Jesucristo.

Para más información sobre cómo adquirir el libro en español “La Mentalidad del Espíritu” por John Owen, por favor contactarse con la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires vía email [email protected], redes sociales @ftiba2020 (Instagram y Facebook) o a través de su teléfono/WhatsApp: 011-3168-5032.

La Facultad Teológica Integral de Buenos Aires es una institución inter-denominacional que nace de la Red de Sembradores y tiene el propósito de formar ministros y líderes laicos con la mayor exigencia académica, teológica y bíblica. Actualmente, es la única institución académica en Argentina que provee una Maestría en Divinidad.