Creerle a Dios aun cuando lo que viene sea radicalmente nuevo o razonablemente imposible

Hebreos 11 es un pasaje único referido a la Fe; si bien viene a cerrar un tema iniciado en el 10 y tiene su clímax en el 12; en él pueden encontrarse definiciones, principios, también procesos de vida. Fe no solo es certeza de lo que se espera, sino, convicción de lo que no se ve todavía. 

Hablando de los héroes que el capítulo presenta, pueden observarse sus procesos. Noé, Abram y Sarai tuvieron fe para lo inimaginable. Sus experiencias pueden ser un modelo para quienes quieren consumar destino hoy. Si algo los caracterizaba era una convicción sobre la veracidad de los dichos de Dios. El ingrediente principal, la obediencia que acompañaba a la fe, como marco para el cumplimiento de las promesas.

Noé

Cuando se lee acerca de Noé en Hebreos 11, puede observarse que era justo delante de Dios; fue elegido para un propósito y construyó el arca, para que se salvaran él, su familia y muchos animales. Su fe estuvo acompañada de una obediencia extrema.

La distancia con el texto en el tiempo invisibiliza algunos detalles; por ejemplo, que ¡nunca había llovido de manera persistente sobre la faz de la tierra! Hoy día esto se pierde ya que ha llovido mucho sobre ella. Se desvaloriza de lo que significó para Noé creerle a Dios y operar en consecuencia… el diluvio era inimaginable.

Respecto a esta realidad, no hay evidencia exacta irrebatible acerca de cómo fue el proceso entre que la tierra recibía un rocío (la palabra en hebreo es llovizna), y la lluvia como se conoce hoy. De hecho, el término lluvia es mencionado inicialmente en Génesis 7:12, cuando inicia el diluvio, pero esto no es prueba de que antes no hubiera llovido. Lo que sí podría inferirse es que jamás había ocurrido de forma continua y torrencial. 

Cuando se desata el agua sobre la tierra lo hace desde dos vertientes: “son rotas las fuentes del abismo” (7:11), es decir, brota agua desde abajo, y “son abiertas las ventanas de los cielos” (7:12); una metáfora muy poética para decir “se largó a llover con todo”.

Aunque se podría seguir debatiendo el cuándo del inicio de las primeras lluvias, lo que es inobjetable es que Noé estaba frente a algo que nunca había sucedido. Así lo reconoce el autor de Hebreos 11: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca…” 

«El diluvio es tanto una historia de juicio como de preservación, que se llevó a cabo con un ingrediente principal, la fe de un hombre que estuvo dispuesto a preparar un arca para un evento inimaginable».

Así es la fe que alcanza lo radicalmente nuevo. Así es la fe que obedece dejando atrás al sentido común. La fe que deja de llorar por templos viejos y construye templos nuevos, nuevas temporadas. Esa es la fe que no se frena con un “siempre se hizo así”; que de lo que no se ve hace una convicción y camina hacia eso. Noé tuvo esa fe, acompañada de obediencia, fe para lo desconocido, para lo inimaginable.

Abraham

Por su parte, Abraham, llamado el “Padre de la fe”, vivió su vida en un proceso de aprendizaje. Se llevó familia, aunque debía dejarla (al menos es lo que muchos infieren), mintió acerca de su mujer; “participó activamente en el plan de Sarai para que Agar concibiera (teniendo ya la promesa de simiente). No son datos menores; ¡si el Padre de la fe tuvo que aprender, hay esperanza!!

Ahora bien, Abraham le creyó a Dios, quien le prometió descendencia y le fue contado por justicia (Gn. 15:5; Ro. 4:3). Abraham por la fe, siendo llamado “…salió sin saber a dónde iba” (He. 11: 8). Esto nuevamente es fe para lo inimaginable. Pablo en Romanos relata que creyó en esperanza contra esperanza… no se debilitó al considerar su cuerpo… no dudó… Estaba plenamente convencido (Ro. 4: 18-21). Esta fe procesada, aprendida, enriquecida, dio lugar al milagro, al cumplimiento, a lo inimaginable. 

Sara

Por último, Hebreos 11 nos relata la experiencia de Sara. Si bien podría objetarse que fue incrédula, que el milagro llegó por la fe de su esposo; lo cierto es que el texto la reconoce entre los héroes. Puede encontrarse en su historia otro detalle particular “dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido” (He. 11:11).

La fe para lo inimaginable no está atrapada por el Cronos, sino que atravesada por el Kairós. No se sostiene en lo razonable sino en lo invisible; no se detiene en las realidades, sino que sueña con aquello que Dios puede hacer “de la nada”.

Hoy es tiempo para dejar que Dios haga su propuesta… la sociedad espera una generación que se levante creyendo que sigue siendo aquel que realiza lo inimaginable.

Ministro Licenciado de la UAD. Lleva adelante una labor docente en el Instituto Bíblico Río de la Plata; Institutos externos e IETE. Forma parte del Equipo Nacional de Escuela Bíblica Sub departamento del DEC, UAD. Es parte del cuerpo docente de la ONG Mujeres por la Nación.