“En este contexto sociocultural, la sexualidad es la extraña desconocida, cargada de mitos, tabúes y prejuicios. El afecto queda reducido al mero impulso y a los vaivenes de la emotividad. La educación sexual está librada a la espontaneidad y a la mera ‘experiencia’ de cada uno o de informantes ocasionales como si la humanidad y la ciencia no hubiesen hecho nada al respecto”, (extracto del módulo 1 del posgrado en Sexualidad. UBA). 

Siempre que leo el párrafo citado, tan real, me lleva a pensar acerca del rol que tienen los responsables y referentes en cada familia respecto a este tema. Vivimos tiempos de sobreinformación y bombardeo mediático con respecto a esto.

Sin dudas, es un tópico de conversación en la calle, en las escuelas, en las iglesias, y la familia no debe perderse la oportunidad de ordenar tanta información que muchas veces está sesgada por experiencia e ideología de quien la imparte.

Se necesita estudiar y prepararse cada vez más para comprender y construir de forma integral una sexualidad sana y plena.

Natalia Zukowski, orientadora familiar

Poder intervenir en esa construcción, a lo largo de todo el ciclo de vida de forma efectiva, es una acción concreta e intencional y muchas veces espontánea y natural, pero, sin lugar a dudas, quien tiene la posibilidad de protagonizar esta acción es la familia. 

Superemos los tabúes

Lamentablemente, la realidad lleva a ver que la sexualidad es un tabú en muchos lugares donde no debería serlo y la familia es uno de ellos. Poder hablar de este tema hoy, implica un cambio importante en lo generacional porque posiblemente muchos de quienes tienen que educar en su grupo familiar fueron criados con una sexualidad teñida de mentiras, mitos o simplemente como un tema tabú.

Con esto no estoy diciendo que tu familia te mintió, no lo puedo asegurar porque no te conozco, pero me animo a nombrar algunos temas relacionados a estos tintes, como el cuento de los bebés de Francia, los repollos, los pececitos que llegan a fabricar un bebé y hasta la mismísima “cigüeña”.  

Estos son solo algunos de muchos ejemplos de respuestas que carecían de maldad, claramente, pero que no educaban con verdad aportando así “el granito de arena” para hacer de este un tema lleno de mitos. 

El Dr. Juan Carlos Kusnetzoff, uno de los pioneros y referentes públicos en sexualidad en la Argentina, dice: “…no opine, describa. Esta no es la mejor manera sino la única de evitar malos entendidos, errores y distorsiones. Si no puede evitarlo, al menos enfatice que se trata de su juicio con expresiones como: yo creo…me parece a mí…” (extraído de: El Dr. K responde, lo que los chicos quieren y deben saber sobre sexo, Guía para padres y docentes). 

La importancia que tienen las familias en la educación sexual verdadera es contundente y deben hacerse cargo porque, si no lo hacen, otros ocuparán este lugar de privilegio. Hablar de este tema dentro del grupo familiar es sacarlo de “lo tabú”, “lo clandestino”, “lo sucio”, “lo pecaminoso” o “irreverente” para transformarlo en algo más sobre lo cual hablar con naturalidad y sencillez, pero sobre todo con la luz de la Verdad.

“La verdad nos hace libres”, enseña Juan 8:31. La verdad completa, no sesgada, da libertad tanto en la vida como en la sexualidad porque ella forma parte de la vida.

Podemos ver entonces que hablar de este tema en la familia tiene una enorme importancia y es mi deseo que quienes lean este artículo puedan verlo y accionar en función de ello logrando así personas que puedan vivir su sexualidad de una manera sana, plena y disfrutando de la libertad que nos da la verdad. 

Esposa de Santy, mamá de Bruno y Ciro. Profesora, orientadora familiar con posgrado en Educación Sexual UBA y coordinadora del Área de Formación en “Juntas en el Camino”. Participó en el Equipo Psicosocial de la Casa Nacional del Futuro, Ministerio de Desarrollo de la Nación. Autora del libro y curso Proyectando mi Vida, de RUE/FIET.