La calidad y el sentido de propósito que acompañan a tu vida reflejan tu mentalidad y estado mental. Tus pensamientos definen los límites de tu identidad y de tu destino. Gedeón se vio a sí mismo como el «más insignificante» cuando Dios lo vio como un «guerrero valiente». Veamos su historia:

Cuando el ángel del Señor se le apareció a Gedeón, le dijo:—¡El Señor está contigo, guerrero valiente!

—Pero, señor —replicó Gedeón—, si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres, cuando decían: “¡El Señor nos sacó de Egipto!”? ¡La verdad es que el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián!

El Señor lo encaró y le dijo: —Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián. Yo soy quien te envía.

—Pero, señor —objetó Gedeón—, ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia.

El Señor respondió: —Tú derrotarás a los madianitas como si fueran un solo hombre, porque yo estaré contigo.

Jueces 6:12-16

Para ser usado por Dios (destino), Gedeón tuvo que ajustar su pensamiento para conformarlo con la estimación y la valoración de Dios sobre su vida (identidad). Dios nunca puede usarnos más allá de los límites de nuestro concepto de nosotros mismos. Piensa en ti mismo sobre cómo Dios te percibe y no por lo que tu historia o circunstancias actuales te han llevado a creer de ti y de tu habilidad.

Hoy Dios te llama “mi primer hijo”. Todo lo que el Señor quiere darte y hacer contigo está condicionado a tu mentalidad, ya que las Escrituras enseñan que es capaz de hacer muchísimo más que todo lo que podamos pedir o imaginar: “Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros” (Efesios 3:20).

Tampoco Dios dará algo a un hombre «indeciso e inconstante»:

Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace.

Santiago 1:6-8

Dios va mucho más allá de tus pensamientos, por eso es importante que puedas racionalizar bien. Es decir, Él hace mucho más de lo que piensas, ¡cuando piensas! Tienes que hacerlo como lo hace el primogénito de Dios.

El hecho de que somos hijos primogénitos en Cristo debe predominar en nuestro pensamiento, ya que esto atraerá los recursos necesarios para ejecutar la voluntad del Señor. Él responderá a este estado mental dentro de nosotros con abundantes suministros. La identidad revela el destino y se relaciona con quién eres, el destino involucra lo que haces.

QUIÉN ERES REVELA LO QUE DEBES HACER

Nunca sabrás qué hacer hasta que comprendas quién eres tú. En realidad, necesitas ser lo que luego tendrás que hacer. La encarnación de la naturaleza divina es, en esencia, una afirmación no solo de «ser», sino de empoderamiento y de autorización para luego hacer.

Pero el Señor le dijo: —¡Quédate tranquilo! No temas. No vas a morir.

Entonces Gedeón construyó allí un altar al Señor, y lo llamó “El Señor es la paz”, el cual hasta el día de hoy se encuentra en Ofra de Abiezer.

Jueces 6:23-24

Gedeón vio a Jehová como «El Señor es la paz» y fue transformado en la naturaleza de Dios, que vio y se convirtió en la encarnación de la paz. Esto era esencial porque esta naturaleza de la paz era su autoridad para derrotar a los madianitas, lo que significa «lucha». La paz destruye la contienda (Isaías 9:6; 32:18, Romanos 16:20). La lucha por destronar (Madián) era su destino, pero para hacerlo, tenía que convertirse en la naturaleza misma de Dios, a saber, “paz” (identidad) la cual fue diseñada para derrocarla. Si entendemos que primero debemos ser, luego el hacer fluirá sin esfuerzo y con autoridad.