Las actitudes de Jesús deberían ser observadas, porque nuestro mandato es «vivir como Jesús vivió» (1 Juan‬ 2:6‬ NTV‬‬). Esto nos llevará a mirar su persona como un modelo. Dentro de ese modelo, cómo gestionó sus emociones más fuertes es algo que está a nuestra disposición aprender, y también saber qué siente el corazón del Padre, porque el Maestro nos reveló la verdadera naturaleza de Dios.

Una emoción como el enojo puede resultar destructiva para relaciones interpersonales, o puede ser la expresión de que amamos lo que Dios ama y nos molesta lo que a Él le molesta. Voy a proponer que la mayoría de nosotros se enoja por lo que no debe enojarse, pero no por lo que sí debería provocar en nosotros esta fuerte emoción.

La Biblia no dice que está mal enojarse, dice que es negativo permanecer enojado (Efesios‬ 4:26-27‬). Además, la clave de no darle lugar al enemigo a través del enojo es que esta emoción no fluya por lo motivos incorrectos, y que tampoco nos domine. ‬‬‬

Jesús nunca se enojó por lo que nosotros solemos enojarnos. Por ejemplo, no le molestaba el rechazo de la gente. Tampoco lo hizo enojar el maltrato. Hasta enseñó la importancia de no responder al mal con el mal (Mateo‬ 5:38-39‬).

Nuestros enojos más usuales están relacionados a lo que los demás nos hacen. Pero, para Jesús este no era un motivo de conflicto. Por el contrario, al enseñar a amar hasta a los enemigos y orar por ellos, nos estaba capacitando para tener un corazón inofendible.

Veremos tres situaciones que hicieron enojar a Jesús y que evidencian qué molesta el corazón de Dios.

Enojo por la actitud hacia uno mismo

Marcos 9:15-19 tiene a Jesús llegando a una escena en la que sus discípulos se encontraban sin poder liberar a un muchacho que había sido traído por su padre. Ante esto, Jesús se molestó por la actitud de sus discípulos. Si uno analiza con sencillez la situación, su mala actitud tan solo fue no tener la fe suficiente para sanar a un muchacho.

La falta de fe de sus discípulos lo llevó a Jesús a expresar su malestar con un: «¿Hasta cuándo tendré que soportarlos?».  En otras palabras, Jesús expresó su cansancio sobre los discípulos porque no se aplicaban a crecer en la fe. Podemos decir que la actitud que ellos tenían sobre sí mismos no iba al ritmo que el Maestro sabía que podía ir.

Cuando tenemos la oportunidad de ser formados como discípulos de Jesús, tenemos que aprovechar lo que estamos recibiendo. El desenfoque es un ladrón de nuestras oportunidades de crecimiento. Cada vez que nos juntamos, que hacemos vida en comunidad, debemos estar hambrientos por ser perfeccionados. No se nos puede pasar la vida y jamás ver un fruto de avance.

“El enojo de Jesús para con sus discípulos nos enseña también como líderes a cómo desafiar a nuestros discípulos a avanzar”.

David Decena

Jesús respaldó su enojo y corrección con su ejemplo. Esto validó su actitud. Les mostró que era posible sanar al muchacho, y eso de paso le sirvió para hablarle de la importancia del ayuno y la oración como estilo de vida. Muchos líderes, en cambio, se enojan porque sus discípulos no hacen lo que ni ellos hacen. ¡Necesitamos guiar con el ejemplo!

En varias ocasiones tenemos a Jesús «reprendiendo» no solo demonios, sino a sus discípulos. Esta es una forma de corrección con vehemencia. Lo que significa que, por más que era amor y paz, en más de una oportunidad les mostró su enojo por su falta de enfoque en el cambio y el crecimiento. ¿Qué le hubiéramos dicho a Jesús si lo escuchamos decir que no nos soportaba a causa de nuestra falta de enfoque? Muchos de nosotros nos hubiéramos ofendido.

“La clave de la vida cristiana está en renunciar a la ofensa, para aceptar la corrección”.

David Decena

Enojo por la actitud hacia la gente

En Lucas‬ 11:37-46 encontramos a los fariseos, otro grupo con el que Jesús se enojó en reiteradas ocasiones. Estos reconocidos religiosos de su tiempo fueron destacados por Jesús como todo aquello que no debemos ser quienes lo seguimos a Él. Eran el anti-modelo.‬

Lucas relata que la discusión con los religiosos se inició por la sorpresa de un fariseo que vio al Señor comer sin lavarse las manos. Lavarse las manos era una norma de la tradición de los ancianos. La situación lo llevó a Jesús a dar un fogoso discurso en el que se resalta la necedad y el nefasto final que les espera a los religiosos. Es difícil no leer sus palabras sin sentir su enojo. ¡Estaba furioso! Al punto que los receptores de sus palabras se sintieron insultados.

Si algo enojó a Jesús fue la gente hipócrita, que, para colmo, conducía a otros a caer en sus mismos errores. El problema de los fariseos fue vivir de apariencias, y exigir religiosamente a los demás que vivieran algo que ni ellos mismos podían practicar.

En otras palabras, Dios no tolera la religiosidad. Ella nos llevará a tener una actitud de control sobre los demás, que nos hará exigir cosas que ni siquiera nosotros podemos practicar. Los líderes religiosos no eran ejemplo de vivir haciendo la voluntad de Dios, pero exigían como si lo fuesen, y de esta manera condenaban a muchos a estar limitados espiritualmente.

Todos necesitamos despejarnos de la «levadura de los fariseos» de la que Jesús habló (Mateo 16:11-12). La gente tiene que encontrar en nosotros un motivo para acercarse más a Dios, no para alejarse de Él. Es tan triste encontrar liderazgos que dañan a los demás por sus actitudes.

“Necesitamos examinar nuestro corazón de todo lo que nos impida servir a todos con el mismo corazón con el que sirvió Jesús”. 

David Decena

Una vez que sus discípulos discutían sobre quien de ellos era el más importante (Marcos 9:35), Jesús les enseñó que sus seguidores estamos llamados a ser siervos de todos, así como Él mismo nos enseñó con su ejemplo (Mateo 20:28).

Enojo por la actitud hacia el Padre

Quizás Juan 2:14-17 sea la escena que más reflejó el enojo de Jesús. Ese día entró en el templo de Jerusalén, no mucho antes de ser entregado, y echó a las personas que compraban y vendían en el lugar más importante de adoración para los judíos.

Hasta sus mismos discípulos parecen haberse asombrado tanto por su actitud de «celo» por la casa de Dios, que recordaron en un sentido profético el Salmo 69:9. En el original «celar» hace referencia al «calor», o enojo acalorado que uno siente por su pareja. Una de las definiciones de la RAE sobre «celar» es: «Procurar con particular cuidado el cumplimiento y observancia de las leyes, estatutos u otras obligaciones o encargos«.

En otras palabras, Jesús se enojó por la actitud de desprecio que la gente tenía por Dios y sus intereses. En este caso puntual, por su casa, lugar donde su presencia habitó hasta el Nuevo Pacto de la sangre de Jesús. Nadie se daba cuanta que habían convertido su casa en una «cueva de ladrones», en vez de «en una casa de oración» (Mateo 21:13).

Hay que aclarar que este enojo de Jesús fue contra el pueblo de Israel, practicante de la adoración a Dios en el templo de Jerusalén. Lo que a estas personas les faltaba era temor de Dios. No tenían respeto por sus intereses, sino que se preocupaban más bien por los suyos propios. Esta actitud de egoísmo, revestido de religiosidad, evidenciaba que no vivían para hacer la voluntad del Dios al cual adoraban, sino la suya propia. En cambio, Jesús vivió toda su vida para responder a la voluntad y al corazón del Padre.

Preocuparnos por los intereses de Dios nos llevará a tener la actitud correcta para con el Padre. Él espera de nosotros un corazón rendido, y una vida entregada. Esta es la base del Nuevo Pacto sobre la que estamos parados: antes que sacrificios de animales, el Padre espera que nosotros mismos seamos una ofrenda, dispuestos siempre a hacer su voluntad, como nos enseñó Jesús (Hebreos‬ 10:5-7).

Pastor junto a su esposa, Abigail, del Centro Familiar Cristiano de Eldorado (Mnes. Argentina). Realiza una maestría en orígenes del cristianismo en España. Es Director y co-fundador de EDES (Escuela de Entrenamiento Sobrenatural). Junto a Abigail, pastorea los ministerios creativos de su casa, trabajando en la expansión territorial de la iglesia en otras ciudades.