Muchas veces hemos leído o nos han enseñado que para conquistar una montaña debemos comenzar por el primer paso, o para convertirte en corredora de maratones se comienza caminando los primeros 1000 metros. Entonces, ¿por qué en algunas áreas de nuestra vida nos cuesta tanto pensar en crecer de menos a más? ¿Qué nos detiene?

Cuando pensamos en iniciar un emprendimiento o agregar una nueva línea o producto a lo que ya tenemos en marcha, muchas veces nos detenemos hasta tener descifrados y perfeccionados todos los procesos, como si buscáramos comenzar con el proyecto terminado. Aunque esta dificultad no es exclusiva de las mujeres, muchas veces nos tropezamos con querer demostrar quizás que podemos tener todo bajo control. ¡Pero cuánto de esto nos frena! ¿Será por falta de confianza en nuestras capacidades? ¿Tal vez para evitar correr riesgos? ¿Tendrá relación con la mirada crítica de los demás que tanto nos pesa? 

“Buscamos ser súper detallistas, como si esto fuera una gran virtud”.

Lo cierto es que, si viviéramos en una época cuyo entorno fuera claro, quizás el método tradicional de planeamiento y preparación hasta la última coma de un plan de negocios ambicioso podría funcionar. Pero el mundo en el que vivimos, denominado VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo), hace que todos los negocios, incluso industrias, trabajen en un contexto de permanente cambio, y ni hablar de los actuales en medio de la pandemia como la que estamos padeciendo. ¿Qué hacemos entonces? ¿Nos detenemos, nos frustramos? ¡No! Como mujeres emprendedoras, ¡avanzamos!

El Producto Mínimo Viable

En este tiempo hay gran consenso de que casi todos los negocios deben abordarse paso a paso, con una metodología de construcción liviana, ágil y por etapas. El Producto Mínimo Viable (MVP, por sus siglas en inglés) es una versión mínima del producto o servicio que ofreceremos, que debe contener las funcionalidades o características básicas que resuelvan los problemas planteados y que permita comenzar a interactuar con nuestros clientes, e iniciar un camino de ajuste o crecimiento permanente, no solo del producto, sino de cómo lo publicitaremos, cómo interactuaremos con los compradores en la venta y posventa, etc.

Imaginémoslo como el primer módulo de muchos, que también ayudará al usuario a dar el primer paso para alcanzar lo que él necesita. No debería costar mucho, ni requerir tanto esfuerzo, es el producto que sale de nuestra mente a la calle pronto, de los papeles a la vida real en las próximas semanas.

“Esta versión mínima no brindará todas las prestaciones que planeamos, no tendrá el mejor diseño y, quizás, no lo vendamos al precio que quisiéramos”.

Al inicio solo ofreceremos lo necesario para “validar” esa idea, es decir, confirmar que lo que creemos que necesita el cliente es real. Por ejemplo, si nuestro proyecto fuera crear un centro de estudios terciarios podríamos comenzar dando algunos cursos de manera virtual y que la suma de esos entrenamientos pueda completar una formación técnica.

Como resultado comenzaríamos a formar un potencial equipo de profesores, crearíamos un historial de aprendizaje de la administración de este tipo de emprendimiento, los alumnos podrían seguir tomando otras clases y recomendarnos a futuros clientes entre sus amigos, creciendo de manera modular. Luego quizás habrá que alquilar un espacio físico pequeño, comprar el equipamiento necesario e ir agregando inversión a medida que el emprendimiento lo requiera para crecer. 

Cuando comenzamos a comercializar este producto dejamos de “suponer” lo que el cliente está buscando, para conocer lo que realmente necesita y está dispuesto a pagar. Otra importante ventaja es que nos vayan conociendo, ya que nos llevará mucho tiempo desarrollar nuestra marca, nuestro mercado.

El MVP nos presenta la forma de elaborar un producto o servicio, pero también de pensar un negocio. Trabajar de manera modular, dejando espacio para crecer el diseño, para ser más creativas, sin tener que desechar mucho de lo avanzado cuando introduzcamos cambios (¡porque los habrá!). De esta manera vamos adquiriendo experiencia, nuevas relaciones y desarrollando el carácter, nos conocemos y crecemos. 

“Ponele una fecha de vencimiento a la idea y de inauguración a tu emprendimiento”. 

¿Cuál será ese producto mínimo que puede llevar una solución, aunque sea parcial, a tus clientes HOY? Pensarlo y comenzar a trabajar en ello te pondrá en marcha y sobre todo en la carrera del aprendizaje permanente. 

Este ejercicio que te comparto hoy puede ser de gran ayuda no solo en cuanto a tu anhelado emprendimiento, sino en muchas otras áreas de tu vida. Como mujeres podemos animarnos a crecer, avanzar y aprender caminando de menos a más, poniendo manos a la obra y no solo ideando, esperando o soñando.

Este método trae asociado un principio interesante: ya no planeo ni construyo para demostrar o mostrar sino para aprender. Ya no fabricás porque conocés todas las respuestas, sino que buscás conocer nuevas cada día, lo que te lleva a un viaje de disfrute sin culpas y sin frustraciones, con menos temores y con la ventaja de que incorporarás de “yapa”, quizás el atributo más valioso de estos tiempos, el de ser una mujer enseñable. 

Visto desde esta manera, ¿qué perderías si te animaras a comenzar a emprender hoy? 

Contadora Pública Nacional. Esposa de Alex Contreras, fundaron Grupo Founders donde es Directora de la Incubadora de negocios. Desde hace más de 12 años acompaña a personas a desarrollar sus emprendimientos. Es mamá de Montserrat, Juan Bautista y Tadeo. Se congrega en la Iglesia del Centro, en la Ciudad de Buenos Aires.