Con la llegada de un bebé a la familia llega también el estrenado rol de los padres y madres y, junto con ellos, un sinnúmero de desafíos y aventuras que irán transitando, descubriendo y construyendo juntos, en esto que se llama crianza. 

Se habla mucho de crianza y muchas veces se toma como si fuera un chip que los progenitores se pudieran instalar y luego, en determinado momento, se apretara un botón y comenzara a funcionar. No solo eso, también se actualizaría según sea el primero, segundo u otro el número de bebé que haya llegado a la familia.

Claramente la crianza no es un chip, todo lo contrario, es un proceso donde cada uno de los padres y madres aportan, al formar una familia, sus propias vivencias y tener que recrear un nuevo modelo de progenitor no es tarea sencilla cuando están frente a un hijo que les reclama coherencia, confianza y sostén.

En medio de este desafío y aventura de criar, el tema de los límites genera dificultad y muchas dudas. Creo que la razón de esto es múltiple, pero hoy quiero detenerme a pensar en una, y es esta especie de “debate dual” que se genera alrededor de ellos. Pienso que existe, de manera subyacente, una dualidad de posturas sobre crianza y límites que se “mal llevan” en el día a día y generan confusión.  

Por un lado una con límites que comúnmente se llaman “firmes”, la cual está basada en un autoritarismo casi extremo, sin posibilidad del niño a que hable ni opine. Por otro, se encuentra una crianza que se suele llamar “respetuosa” y que confusamente suele estar acompañada de un temor por parte de los adultos a no ofender ni generar frustraciones en los pequeños saliéndose así de ese modelo.

Estas dos posturas, aunque parezcan estar en polos opuestos, en realidad tienen más en común de lo que creemos, ya que si lo vemos con otros ojos, ambas ven al tema “límite” como algo negativo, ya sea por su exceso o por su defecto.

Salir de este pensamiento dual permite entender que existen formas de criar con “límites positivos” generando un ambiente familiar generoso, amable y propicio a un desarrollo psicoemocional saludable. 

Karina Pintos, psicóloga especializada en crianza dice: “El empleo de límites positivos tiene el objetivo de construir vínculos que potencien y permitan desarrollar al máximo los intereses y las capacidades de los niños”. Ponerlos, también es amar. 

Si pensamos que la crianza es un peregrinar, en ese trayecto habrá rutas y caminos. Cada camino que tomamos es diferente. Hay con muchas curvas, otros rectos, empinados, sinuosos, en altura o asfaltados… pero lo importante a destacar es que sea cual fuere el camino, siempre se transita con más seguridad si existe una señalización, un límite adecuado. 

Conocer el límite permite manejar con seguridad en el carril indicado, teniendo en cuenta el entorno, si hay unas vías de tren, si se debe reducir la velocidad. Las señales no atemorizan, no son negativas, todo lo contrario, brindan información necesaria y precisa para poder transitar y disfrutar de la ruta. De la misma manera podemos decir que los límites positivos brindan a los niños y niñas:

  1. Seguridad en el transitar
  2. Información y anticipación
  3. Libertad de acción sin riesgos
  4. Confianza al andar

Los niños y niñas necesitan límites positivos puestos por adultos responsables y amorosos, que los comprenden y aman para, por sobre todas las cosas, crecer saludables. Animarse a ser este tipo de adulto es un desafío que podemos transitar con ayuda de amigos, conocidos y profesionales.

Como parte de la familia de fe es lindo poder recordar una promesa de Dios muy conocida que encontramos en Isaías 41:10: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”. Cuando te invada la duda, el cansancio, recuerda que el Señor está para darte paciencia y amor de manera que puedas poner límites positivos que brinden respeto, amor y libertad a tus hijos y familia.

Esposa de Santy, mamá de Bruno y Ciro. Profesora, orientadora familiar con posgrado en Educación Sexual UBA y coordinadora del Área de Formación en “Juntas en el Camino”. Participó en el Equipo Psicosocial de la Casa Nacional del Futuro, Ministerio de Desarrollo de la Nación. Autora del libro y curso Proyectando mi Vida, de RUE/FIET.