No saber decir lo que nos molesta del otro es uno de los problemas en la comunicación.

“Me cansaste”, “Llegaste a mi límite”, “Me sacas de las casillas”. Frases que solemos escuchar o decir para “justificar” algún desacato verbal hacia nuestra pareja . Sin embargo, es importante dejar en claro que las conductas o respuestas de los otros no deberían ser excusa para justificar nuestra falta de autocontrol emocional y, mucho menos, la oportunidad para mal usar las palabras logrando herir a quien tenemos enfrente. 

Uno de los principales problemas en la comunicación es no saber decir lo que nos molesta del otro, entonces aparecen conductas perjudiciales como:

  • Callar o “esconder la mugre debajo de la alfombra”, creyendo que de esta manera mantenemos la armonía familiar. Esta aparente calma puede llegar a desatar las más grandes tormentas cuando pasa el tiempo. 
  • Hablar sin filtro. Decir todo lo que pensamos del otro sin pasar por ningún tamiz. “Soy frontal”, alegan algunos, pero detrás de esto puede esconderse la falta de empatía, respeto por el otro y sus emociones. 
  • Ser “memorioso”. Tener buena memoria es una virtud, pero no cuando se trata de recordar eventos y actitudes de nuestro cónyuge para traerlas al ruedo en medio de un conflicto.  
  • Ser “agresivo”. Levantar la voz, insultar, encolerizarse y creer que con eso damos por terminado el problema. 
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Una de las partes del cuerpo más pequeña y dañina es, indudablemente, nuestra lengua. Es capaz de decir las palabras más dulces y halagadoras así como las más hirientes y descalificativas, de unir y de separar.  La lengua tiene su propio capítulo en el libro de Santiago y varios proverbios dedicados a ella. 

Santiago dice: “El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua” (Santiago 3:7-8). Y esto es cierto, nadie puede domarla por sí mismo, pero el Espíritu Santo nos da su fruto “ el dominio propio”. 

¿Cómo resolver los conflictos con una “lengua domada” y unas emociones reguladas?

La clave es la asertividad. ¿Qué significa ? Es una habilidad que se aprende y se desarrolla en sociedad y consiste en la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular ni tampoco hacerlo con los demás (Castanyer, Olga, 2020). Cuán asertivo seamos está en estrecha relación con nuestra autoestima.

Las personas seguras de sí mismas serán más asertivas que las que se sienten inseguras.

La buena noticia es que al ser una habilidad, puede desarrollarse, modelarse y trabajarse. Veamos cómo.

1. Pedir, no demandar. Es importante expresar lo que necesitamos del otro pero de manera clara y no demandante. A nadie le gusta que le impongan las cosas, sin embargo, todos apreciamos que nos expresen lo que necesitan para poder responder a ello.

2. Cuando estoy discutiendo, no acusar, en vez de eso, preguntar. Por ejemplo , cambiar el : “No me escuchas nunca” ( acusamos y generalizamos), por : “¿Me estás escuchando ahora?”.

3. Al mencionar lo que no nos gusta del otro, hacer referencia a lo que hace, no a lo que es. No es lo mismo decir: “No me gusta que dejes los zapatos tirados” que decir: “ Sos un desastre, dejas siempre los zapatos tirados”. Etiquetar es el peor enemigo para conseguir cambios de conducta.

4. No acumular enojos ni emociones negativas. Proverbios dice: “A todo el mundo le gusta una respuesta apropiada; ¡es hermoso decir lo correcto en el momento oportuno!” (Proverbios 15:23, NTV).

5. Tratar los temas de a uno por vez, en un contexto apropiado para ello. De nada sirve retomar viejos rencores o sumar temas al objeto puntual de esa discusión.

6. Pensar bien antes de hablar, “¿Esto que voy a decir edifica?, “¿Lo estoy diciendo con amor?”, “¿Es realmente importante o es insignificante?”: “La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego” (Proverbios 15:1).

7. Que mis gestos concuerden con mis palabras. Decir te amo con cara de fastidio o “Estoy de acuerdo” pero con un gesto de desprecio es un doble mensaje que genera aún más conflicto.

Expresar lo que nos hace mal, manifestar el desacuerdo, el enojo, la frustración es esencial para la sana comunicación de la pareja, pero a fin de que sea productivo es necesario:

– Hablar de forma directa, no dar por sentado ni por sobreentendido. Si no comprendo pedir aclaraciones.

– No dejar pasar el momento (si estamos con otros o con nuestros hijos, charlarlo cuando estamos a solas pero intentando que sea en el mismo día). No hacerlo cuando el otro se olvidó y no sabe de qué estamos hablando. 

– Usar más el “yo” y no tanto el “tú”. Una cosa es decir: “Yo me siento herido/a cuando…” que decir, “Tú me hieres”.

Dominar la lengua o ser asertivo al expresar nuestras emociones es una habilidad que intencionalmente hay que trabajar, es un ejercicio y una decisión diaria. Lo importante es reconocer cuando necesitamos ayuda y saber que durante el proceso tendremos altibajos, pero que es el camino a una relación más sana y satisfactoria. 

Lic. y Prof. en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Trabajo en el Servicio de Orientación Vocacional y Ocupacional de la facultad de Psicología de la UBA. Orientadora Vocacional y Ocupacional. En la iglesia sirvo con los adolescentes como maestra hace varios años y co- coordino el área de niñez. Estoy casada hace 13 años y tengo dos hijos.