Nuestras relaciones de amistad ocupan un espacio singular y a veces único en nuestras vidas. En ocasiones, esos vínculos que formamos por fuera de nuestras familias se convierten en una esencia vital.

Las amistades ocupan un espacio que representa el motor para afrontar muchas circunstancias cotidianas, desafíos, emprendimientos. Ocupan una proporción muy relevante de nuestras emociones también y, por lo tanto, nuestro cerebro procesa las relaciones de amistad como estímulos directos para tomar decisiones importantes.

Es por tal motivo que, para la inmensa mayoría de los seres humanos, en todas las culturas, un factor importante en la vida es tener amigos, pertenecer a un grupo y poder compartir la vida con esa clase tan particular de vínculos que son las amistades.  

Pero esto no significa que las amistades sean siempre perfectas y que en todas las ocasiones representen un factor positivo.

Atención 

Desde pequeños estamos en constante interacción con otras personas, hijos de amigos de nuestros padres, compañeros del colegio, vecinos del barrio, personas cercanas a nuestros círculos de relación familiar, etc., con los cuales comenzamos a compartir tiempo, intereses, juegos y finalmente esas relaciones se convierten en amistad, que en muchos casos nos acompañan a lo largo de nuestra vida adulta. 

Sin embargo, a veces estas relaciones de amistad aparentemente positivas, en ocasiones, no son fáciles de manejar, o comienzan a no ser como las imaginábamos. Relaciones que se vuelven complicadas, con matices que ya no nos hacen sentir plenos. 

Cuando esto ocurre, y no es tan inusual, tal vez todo lo contrario, nos enfrentamos a vínculos de amistad que dejan de ser sanos, y muchas veces estamos tan compenetrados en esa relación que no podemos ni darnos cuenta de que se está tornando en una temida relación “tóxica”.

«A veces son nuestros familiares u otros amigos que nos empiezan a dar la voz de alerta, o son quienes nos mencionan que lo que están observando no les parece adecuado en una amistad».

María Paula Zuccherino, psicóloga

¿Cómo podemos diferenciar una amistad tóxica de una amistad que esté atravesando alguna crisis natural?

Prestá atención

Hay algunos signos que nos pueden servir de alerta para detectar cuándo estamos inmersos en una relación que dejó de ser sana

Uno de los primeros síntomas es que en la relación no hay reciprocidad, ¿sentís que vos das demasiado y el otro sólo demanda? Amistades que siempre nos hacen sentir en falta, que les debemos algo. Su actitud es de “perdonavidas”, como suele decirse popularmente.

Otro signo para hacer diagnóstico es que la amistad está enfocada sólo sobre la otra persona, que debemos hablar de sus problemas, de sus proyectos, sus familias, y cuando queremos incorporar temas propios, o contar algo nuestro, la otra persona queda como ausente.

Amigos que nunca te llaman para saber cómo estas, sino para hablar de ellos y ver cómo los podés ayudar en sus problemas (pocas cosas son tan bellas como “estar ahí” para un amigo. Serle de ayuda y contención. Colaborarle en llevar sus cargas. Lo que mencionamos aquí es la necesidad de detectar cuándo esto tan positivo sólo ocurre en “una dirección”, sin ser recíproco).

¿Tu amigo compite con vos? Bueno, aquí aparece uno de los signos más notorios de que una amistad ya no es sana. Cuando competimos por ver quién viste mejor, quién tiene mejor casa o auto, o simplemente nos retorcemos cuando al otro le va mejor en algo que a nosotros. Esta es una alerta muy importante a tener en cuenta, porque muchas veces es un sentimiento encubierto. Si perdura en el tiempo y no se habla, y no sana, podrá llevar a la relación de amistad a su destrucción.

Tal vez un factor más a tener en cuenta a la hora de detectar amistades potencialmente tóxicas es cuando personas se acercan a nosotros con una imagen de buscar entablar una amistad sana, pero la verdadera intención del vínculo es sacar un provecho o beneficio propio.

Es recomendable, en tales circunstancias, ser abiertos, darle una oportunidad a esa relación y, al mismo tiempo, evaluar en retrospectiva las actitudes de ese amigo o amiga. Aquí el tiempo es la regla más útil para medir este tipo de relaciones.

Si te daña, no es bueno

Las amistades tóxicas pueden generar angustia, malestar psicoemocional, y en muchos casos pueden influir de tal manera que llegan a desgastar nuestro ánimo y paciencia. Y en algunos casos puede llegarse a un punto límite de generar estrés o depresión.

Si esto te está pasando es bueno que te replantees si esa amistad te está haciendo bien, si es una amistad constructiva, o si esa relación es negativa durante demasiado tiempo para nuestra salud emocional.

Hay que evaluar si ese vínculo te está apartando de otras relaciones, ya sean familiares, amigos, personas cercanas saludables. 

María Paula Zuccherino, psicóloga

Será muy importante que reflexiones acerca del modo en que manejas esta amistad, y si sentís que no podés con ella, que se te va de las manos, es momento de poner un freno y seguramente pedir ayuda. 

A veces es difícil terminar con una relación de años, con una persona a la que queremos. Pero si no podemos tener sano control y dominio sobre la salud de esa relación y esto no nos está dejando avanzar, es sano también decir adiós

Una vez más, y como en cada ocasión, está en la Biblia la clave para definir cuándo una relación tiene base en el amor mutuo. No lo olvides, ese libro maravilloso que es la Palabra de Dios nos indica que el amor es paciente, servicial, no es envidioso, no hace alarde, no busca su propio interés, no tiene egoísmo ni orgullo, sino que se alegra en la verdad. Todo lo disculpa. Todo lo cree. Todo lo espera y todo lo soporta.

Cuando esto ocurre entre ambos amigos, se genera entonces ese vínculo tan maravilloso e indispensable para vivir la vida con felicidad que es la amistad.

 Seamos promotores de amistades saludables con base en el verdadero amor.