Soy profesora de Educación Especial, y en mis diálogos diarios siempre obtengo preguntas y dudas acerca de una condición muy visibilizada en estos últimos tiempos: autismo. En general, se presentan dudas e incertidumbre para aquellos que no tienen experiencia o contactos con personas con esa condición. La forma más sencilla y cotidiana que encontré para explicar la brecha tiene que ver con el contexto de los idiomas.

¿Alguna vez fuiste a un país en donde no hablaban tu idioma? ¿Cómo te sentiste? Yo tuve la oportunidad de estar en el hermoso país de Túnez. Allí hablan un idioma que mezcla el francés y el árabe. En una ocasión, salí a comprar pan y fue tan traumático, que aún recuerdo esa anécdota como si fuera hoy.

¿Y cuál fue el hecho que lo convirtió en algo tan traumático? El simple (y complejo) hecho de no ser entendida, de no entender y no poder comunicarme.

¿Te imaginás vivir en un mundo en donde nadie hable tu idioma? Ese es, exactamente, el gran obstáculo con el que tienen que convivir las personas con autismo.

Natalia Aulen, profesora de Educación Especial

Y no solo el idioma, la forma de sentir, de expresarse, de pensar, de registrar, de ver, de oler, de recibir, de dar… (podría seguir) ya que todo en su vida está codificado para ser diferente a lo común.

En sí misma, esta situación no es problema. Lo que sí la convierte en uno es el hecho de que ellos viven en un mundo en donde se les obliga a los extraordinarios a convertirse en comunes. Los comunes encuentran su forma de ser tan única y cómoda, que arrastran a todos a su modelo.

Ante una presión tan grande, es obvio que los extraordinarios se resisten, se enojan, se comportan de forma disruptiva, convirtiéndose en un peligro, y son obligados a ser “tratados”.

Pero ¿cómo hacer que estos «comunes» entiendan que un golpe fuerte de manos es la forma de decir “estoy cansado”?  ¿que un golpe en la mesa es la forma de decir que “necesito que me escuchen”? ¿que un golpe en la cabeza es la forma de decir “hoy estoy triste”? ¿que un sonido repetitivo es la forma de expresar que “estoy organizando los estímulos”?

Cómo explicarlo si no hay oportunidad, si no hay quien quiera hablar este idioma. El único motivo que existe en relación a entenderlo es poder decodificarlo, pero con el objetivo de sacarlos de su naturaleza, y llevarlos a lo común. Sería, básicamente, una colonización.

Hace poco descubrí en la Biblia, estudiando el libro de Hechos, que cuando los apóstoles fueron bautizados por el Espíritu Santo descendieron sobre ellos “nuevas lenguas”.

Lo interesante es que, en esos días, se encontraban en Jerusalén 15 etnias que hablaban distintos idiomas. Las nuevas lenguas que los apóstoles comenzaron a hablar eran las lenguas maternas de esas 15 etnias, por lo que cada persona allí presente pudo escuchar sobre las maravillas de Dios. Qué milagroso y espectacular que todas esas personas se acercaron maravilladas de escuchar la buena noticia en su propio idioma.

Esto me llevó a una gran reflexión y es que cuando uno está lleno de Dios, está lleno de amor. Y cuando uno está lleno de amor, habla el idioma de la gente.

Natalia Aulen, profesora de Educación Especial

Tener el diagnóstico de autismo hace que una persona se convierta en extraordinaria. Como profesional del área, podría decir que es tarea de los “comunes” aprender a hablar ese idioma, entender esa forma de ser y encontrarse en el camino para ir, juntos, aprendiendo los unos de los otros, dentro del marco del amor y el respeto.

La Biblia dice en el Salmo 139: 13-14 

“Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre.
¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo!
Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien”.

Este es un versículo que aplica a todas las personas, por eso te invito a concientizarte sobre el idioma de cada persona, a abrazar sin miedos las causas que parecen ajenas, a escuchar, a observar y a velar por el hecho de que cada persona de la sociedad pueda saber y sentir que es un entretejido maravilloso, diseñado en el corazón de Dios.

Profesora de educación especial en diferentes niveles educativos y modalidades. 33 años, felizmente casada. Hija, hermana, tía y amiga cuya vocación es la educación y su pasión la música. Miembro de una comunidad de fe, en donde aporta desde la gestión y la educación. Tallerista sobre temáticas afines a la educación y la discapacidad en los ámbitos de la Iglesia.