Carpe diem es una expresión en latín que se empleaba en la antigüedad para promover el uso adecuado del tiempo. Su traducción literal es «aprovecha el día», pero encierra varios consejos más: evita procrastinar: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy; ordena tu agenda: no corras detrás de urgencias. También es un llamado a disfrutar del momento presente. 

Se asemeja a esa idea de John Lennon, que decía que la vida es aquello que transcurre mientras planificamos el futuro, o a la filosofía Hakuna Matata de los amigos despreocupados del Rey León. Si la vida es tiempo, entonces la pregunta es mucho más profunda. No se trata solo de cómo uso mis horas, sino de cómo administro mi vida.

“Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría” (Salmos 90:12)

El propósito lo es todo

Sabiduría es entender la brevedad de los años, darnos cuenta de que nuestro paso por este mundo es muy fugaz. El sabio aconseja que nos acordemos de nuestro Creador cuando somos jóvenes (Eclesiastés 12:1). ¿Por qué hablaba de “tu creador” y no de “tu Señor” o “tu Dios”?

Porque la única manera de usar bien el tiempo es tener en claro para qué fuimos creados. El propósito es la clave de todo, y cuanto antes lo descubramos, mejor. Si logramos forjar hábitos positivos durante la adolescencia y la juventud, eso hará absolutamente toda la diferencia en el resto de nuestro viaje.

Es muy interesante el comentario de William James al respecto: “Si de jóvenes nos diéramos cuenta de lo pronto que nos convertimos en simples manojos andantes de hábitos, prestaríamos más atención a nuestra conducta mientras aún nos hallamos en el estado de plasticidad. Estamos tejiendo nuestro destino, bueno o malo, para no deshacerlo ya nunca”.

¡Padres, por favor, tomen nota! Ayuden a sus hijos a acostarse y despertarse temprano, que hagan actividad física, que tengan una rutina de estudio y orden. Se dice que uno crea sus hábitos y luego ellos se encargan de crearte a ti. Si ya eres adulto y sigues luchando con malas costumbres, ¡ánimo que nunca es tarde para cambiar!

Mantener el foco

Los “robatiempo” son bien conocidos: distracciones de todo tipo, demandas que se presentan como apremiantes, mensajes de WhatsApp interminables, pantallas que batallan por nuestra atención… El sabio agregaría: “Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos…” (Proverbios 6:10).

Obviamente la culpa no es de las redes sociales, ni de la tecnología, ni de esa llamada inoportuna. El problema es nuestra desorganización e incapacidad para priorizar.

«Por cada cosa a la que le decimos que sí, hay otra a la que automáticamente le decimos que no, y el mayor fracaso en la vida es hacer excelentemente bien lo que no hay ninguna necesidad de hacer». 

Sebastián Golluscio

¡Ojo con confundir eficiencia con eficacia! El apóstol Pablo nos recuerda que para escapar de la necedad y aprovechar bien el tiempo debemos primero entender cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida (Efesios 5:15-17). No solo su voluntad general, sino su propósito específico. 

¿Es sabio entrenar físicamente seis horas por día? Depende. Si tu propósito es ser un deportista de alto rendimiento te diría que sí. Pero si Dios te llamó a ser ingeniero o músico… ¡Mejor dedícate a estudiar o a ensayar!, y sal a correr solo media hora para mantenerte en forma. Define primero tu propósito… Y en función de ese propósito, y de la etapa de la vida en la que te encuentras, identifica tus “piedras grandes”.

Tus piedras grandes

Cuentan que un profesor se paró frente a sus alumnos con un gran jarrón sobre la mesa. Tomó diez piedras grandes, las fue poniendo adentro, y cuando estuvo lleno preguntó: “¿Está lleno el jarrón?”. Todos contestaron que sí. Entonces tomó un recipiente con canto rodado y empezó a vaciar su contenido dentro del jarrón. El canto rodado se fue colando por los huecos entre las piedras grandes, hasta que no entró más. 

El docente preguntó: “¿Está lleno ahora?”. Alguien del grupo contestó: “Probablemente, no”. Enseguida el profesor empezó a vaciar dentro del primer recipiente una cubeta de arena, de tal manera que cubría los huecos dejados por las piedras y el canto rodado. El profesor preguntó nuevamente: “¿Está lleno ahora?”. “¡No!”, exclamó el grupo, al tiempo que el profesor vaciaba una jarra con agua y era absorbida por la arena.

“¿Cuál es la moraleja de este ejemplo?”, preguntó el profesor. Un estudiante contestó: “Es que no importa lo llena que esté tu agenda, si te esfuerzas siempre habrá cabida para algo más”. “¡No!”, corrigió el docente. “La moraleja es que si no colocas las piedras grandes primero, no podrás hacerlo después”.

¿Cuáles son tus piedras grandes? Sabiduría es marcar la X en los casilleros correctos de la vida. Ama a Dios (dedícale tiempo). Ama a tu familia (dedícale tiempo). Ama a las personas (dedícales tiempo). Ama tu propósito singular en la vida (dedícale tiempo). ¡Habrás aprovechado bien tu día y tu paso fugaz por este mundo! 

Pastor y adorador de la Iglesia del Centro en Buenos Aires, Argentina. Está casado con Valeria, con quien tienen 3 hijos: Ezequiel, Milagros y Victoria. Es Licenciado en Teología y Filosofía y Licenciado en Orientación Familiar, graduado de la Universidad Austral de Bs. As.